Aunque podemos estar de acuerdo que los errores y las correcciones son parte necesaria del aprendizaje, lo cierto es que muchas veces estas correcciones no parecen lograr el efecto esperado. En otras palabras, no parecen ser útiles o, en el peor de los casos, son motivo de frustración y desmotivación para los alumnos si estas son persistentes. Si solo reciben un listado de correcciones cada vez que abren la boca para practicar su español o cuando escriben un pequeño texto, pueden llegar a pensar que no están avanzando, lo que puede provocar que no quieran continuar con su aprendizaje. Por ello, quizás sería más apropiado orientar las cosas de otra manera para conseguir que mejoren y, al mismo tiempo, vean que están mejorando.
Pero ¿cómo se podría conseguir este doble objetivo? Para lograrlo, la estrategia que diferentes expertos recomiendan es la conocida como “retroalimentación positiva”.
Entonces, ¿en qué consiste la retroalimentación positiva? Para poder comprenderlo de una forma sencilla, podemos definirlo como cualquier respuesta dada por el docente con relación al desempeño o trabajo efectuado por un estudiante. La forma que puede adoptar esta respuesta puede ser verbal, escrita o, incluso, gestual. Sin embargo, aunque pueda presentarse de forma diferente, el objetivo de estas respuestas suele ser siempre el mismo: ayudar al estudiante para que pueda conseguir buenos resultados en su proceso de aprendizaje y que lo haga confiando en sus propias capacidades para hacerlo.
Por lo tanto, en líneas generales, la retroalimentación, en su vertiente más positiva, pretende que el alumno vea sus logros alcanzados en su propio proceso de aprendizaje y, al mismo tiempo, orientarlo para que continúe.
Del mismo modo, diferentes expertos señalan que, con esta estrategia, se puede promover la metacognición al permitir momentos análisis dentro del aula y permitir que el alumno valore lo aprendido o no, cómo puede mejorar y cómo puede seguir mejorando. Sin olvidar que la retroalimentación favorece la autoevaluación y el aprendizaje autónomo de nuestros alumnos.
Sencillo, ¿no? Lo esencial sería centrarnos en elogiar al estudiante y poner énfasis en los aspectos positivos, ¿no? Bueno, aunque eso sea parte de la esencia, los elogios sin fundamento pueden llegar a confundir y dar a los alumnos una percepción errónea de sus habilidades. Por ello, a la hora de dar retroalimentaciones, debemos tener en cuenta que estas deben ser:
Por otro lado, existen diferentes maneras y herramientas para aplicar estas retroalimentaciones. Una forma muy sencilla y efectiva de introducir estas retroalimentaciones en nuestras clases puede ser mediante la aplicación de la Escalera de la Retroalimentación de Daniel Wilson donde se siguen los siguientes pasos: clarificar, valorar, expresar inquietudes y hacer sugerencias.
Como profesores, nuestro principal objetivo es lograr que nuestros estudiantes alcancen sus objetivos de aprendizaje. Para lograrlo, usamos diferentes técnicas y estrategias centradas tanto en la propia enseñanza de contenidos como en la verificación del avance logrado y, a partir de este momento, valorar lo alcanzado para reflexionar cómo se puede continuar. Por este motivo, la retroalimentación puede ser un elemento importante que nos puede ayudar en este proceso. Por lo tanto, y a modo de conclusión, debemos entender la retroalimentación como una herramienta importante, tanto a disposición de los docentes como de los estudiantes, dentro del proceso de enseñanza y aprendizaje.