Vamos a empezar hoy con dos ejemplos de dos profesores, que tienen que enfrentarse a una clase de nivel B1.
El profesor A entra en clase, saluda amablemente y explica que hoy van a aprender el condicional simple, explica la forma y los usos (en este caso, el destinado a consejos) y se asegura que todos los alumnos lo entiendan. Después anuncia que van a practicar con ejercicios que, ojo, pueden ser más o menos dinámicos, comunicativos y motivadores y, por último, como el día anterior habían trabajado los tópicos y las realidades sobre España, pide a los alumnos que como deberes escriban una respuesta en un foro de extranjeros que van a venir de vacaciones a nuestro país y quieren recibir consejos sobre varios aspectos culturales. Antes, claro, explica también cuál es la tipología textual de los mensajes en los foros de internet.
El profesor B entra en clase, saluda amablemente y explica que hoy van a aprender a aconsejar a terceros. Presenta como input unos mensajes en foros de extranjeros, donde españoles recomiendan a futuros turistas sobre aspectos varios sobre horarios y platos que comer de acuerdo con la región o ropa que llevar según la época del año. Tras trabajar aspectos como la comprensión del texto, el léxico o la expresión oral; pide a los estudiantes, de manera individual, en grupos o por parejas, que se fijen en las formas que se han usado para aconsejar. Los estudiantes realizan hipótesis sobre la formación del condicional o, incluso, otras posibles formas que pudieran aparecer. Se formulan reglas también sobre los usos y se comprueba posteriormente. Dentro del mismo contexto comunicativo, se practica y / o produce el nuevo tiempo.
¿Qué metodología se acerca más a nuestra manera de dar clase y cuál sería más beneficiosa para nuestros estudiantes?
Aunque la respuesta no es tan sencilla y depende de muchísimos factores, parece que la investigación ha demostrado de sobra los beneficios del aprendizaje inductivo (modelo B) frente al aprendizaje tradicional (modelo A).
El aprendizaje inductivo es un método llamémoslo “científico” basado en los siguientes pasos:
Es un método que, desde hace bastante tiempo, no es ajeno a la educación, pues se ha venido aplicando a las asignaturas tipo las ciencias experimentales y se ha englobado bajo denominaciones como el aprendizaje experiencial o “learning by doing”. Este método, obviamente, siempre ha estado guiado por el profesor, los datos, el entorno, etc.
Este método, sin embargo, todavía encuentra cierta resistencia en las clases de aprendizaje de lenguas en las que todavía encontramos demasiados ejemplos de enseñanza tradicional en nuestro país; esa en la que el profesor presenta una regla como algo “inamovible” y a partir de allí los alumnos construyen a partir de ejercicios.
Este enfoque inductivo entronca también con la visión del MCER en lo que denomina como enfoque orientado a la acción, que tiene como base la concepción del alumno como un usuario de la lengua. El estudiante, como agente social, lleva a cabo acciones en la sociedad; acciones que pueden ir desde preparar el desayuno, coger el autobús o hacer la compra. Estas acciones comprenden, en mayor o menor medida, actividades comunicativas de la lengua.
Para llevar a cabo estas actividades comunicativas, necesitaremos, obviamente, desarrollar la competencia comunicativa, que se divide a su vez en diferentes componentes tanto lingüísticos (léxico, gramática, pronunciación…) como no lingüísticos (componente estratégico, pragmático, sociolingüístico…)
Siguiendo pues este enfoque, el desarrollo de la competencia lingüística en nuestras clases tendría que ir encaminado a realizar diferentes acciones, lo que implica un “diseño hacia atrás” de prácticas pedagógicas. Nos fijaríamos primero en qué acciones queremos conseguir que realicen nuestros estudiantes, para después analizar qué tiene que aprender y finalmente cómo tienen que aprenderlo, es decir, cómo lo presentamos en la clase. A lo largo de la historia, la presentación de estos contenidos ha evolucionado hasta llegar al conocido “foco en la forma”.
Lo importante para nosotros, como profesores, sería seleccionar un buen input que fuera veraz y atractivo. Para hacer que los estudiantes se fijaran en los contenidos lingüísticos, podríamos usar diferentes técnicas:
Aunque fácilmente podemos intuir cuales son las diferencias de uno u otro método, aquí tenemos un cuadro resumen:
ENFOQUE TRADICIONAL | ENFOQUE INDUCTIVO |
1.Centrado en el profesor | 1. Centrado en el alumno |
2.Va de lo general (la regla) a lo particular | 2.Va de lo particular a lo general. |
3. La sistematización de la regla va primero. | 3. La exposición al input va primero |
4. Aprendizaje guiado por una regla dada. | 4.El aprendizaje depende del descubrimiento de la regla |
5. El aprendizaje depende del profesor | 5.Fomenta la autonomía del aprendiente |
6. Recepción pasiva | 6. Participación activa del estudiante |
Sabemos que, si estamos acostumbrados a dar clase de una manera en particular, cambiar nuestra metodología no es fácil, pues requiere un cambio de actitud, materiales, investigación… También sabemos que dependiendo del contexto educativo en el que impartamos clase, será más o menos fácil implementar esta metodología; pues hay países con tradiciones educativas más tradicionales (como podrían ser los países asiáticos) que otros. Incluso sabemos que hay ciertos contenidos lingüísticos que se prestan más a ser tratados de esta manera que otros.
Pero de lo que sí estamos seguros es que, si tenemos que poner las ventajas y los inconvenientes en una balanza, los beneficios del enfoque inductivo superan con creces a los del enfoque tradicional.
En cuanto a beneficios cognitivos, se favorece un aprendizaje más analítico, implica al aprendiz en tareas de solución de problemas, promueve una participación activa o podemos conseguir que las reglas se recuerden mejor; pues, como sabemos, se recuerda mejor “haciendo”.
Sobre beneficios lingüísticos, podemos decir que se reproduce más fielmente los procesos de adquisición natural de una lengua. Los niños, por ejemplo, no aprenden una lengua mediante las reglas dadas por sus padres, sino con el descubrimiento y la aplicación de las mismas. Además, como este enfoque permite fácilmente el trabajo en grupo, se favorece la interacción en la L1.
Finalmente, otros beneficios sociales serían aumentar la participación y la colaboración entre iguales, la motivación y el fomento de la autonomía del estudiante, el cual, si le enseñamos a trabajar de esta manera, podrá enfrentarse a textos fuera del aula y ser capaz de llegar a sus propias conclusiones sin necesidad de la figura omnipresente del profesor.