Veintiún países tienen el español como lengua oficial y es hablado por unos 580 millones de personas. No es de extrañar, pues, que al igual que idiomas como el inglés, encontremos diferencias tanto léxicas como de pronunciación dependiendo del país hispano en el que nos encontremos.
¿Puede ser esto un problema a la hora de enseñar en nuestras clases? ¿Debería, si provengo de una zona muy marcada dialécticamente, adaptar mi forma de hablar a lo que algunos llaman “español estándar”? Nuestra opinión es clara: no, no y mil veces no.
Desmontemos la primera falacia: nadie habla una lengua, todos hablamos un dialecto. Muchos al leer esta afirmación pueden llevarse las manos a la cabeza, ya que este término frecuentemente ha estado marcado con connotaciones negativas, de hecho, esta palabra muchas veces ha sido sustituida por otras como “variedad” o “modalidad lingüística” para evitar susceptibilidades.
Sin embargo, bajo un prisma lingüístico, podemos definir el concepto “lengua”, tal como explicita el DRAE en su tercera acepción, como el “sistema lingüístico considerado en su estructura”. Es decir; la lengua es un concepto “abstracto”, siendo realmente el dialecto la materialización concreta de este vocablo, es decir, un dialecto no es más que la forma que cada comunidad o grupo de personas tiene de hablar una lengua.
Y estas formas diferentes van a depender de diversos factores, como la situación comunicativa, geográfica o histórica en que se emplean y /o el nivel de conocimiento lingüístico de quien las utiliza. Así podemos distinguir cuatro tipos de variedades a la hora de materializar una lengua.
Teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, los lingüistas hablamos de:
Estamos seguros de que cualquier profesor de español, independientemente de su procedencia, tiene claras estas diferencias a la hora de impartir sus clases; no enseñamos igual a mantener un debate entre amigos que a escribir una composición estandarizada. También realizamos actividades diferentes para dar muestras de lenguas variadas y que los alumnos se expongan a diferentes registros.
De nuevo pensamos que cualquier profesor de lenguas utilizará una variante culta en sus clases, sabiendo poner ejemplos o muestras de otras variantes en el aula para ejemplificar o trabajar aspectos diferenciales con sus estudiantes.
Todos sabemos que existen diferentes modalidades de habla dependiendo de donde nos encontremos, implicándose fenómenos como la curva tonal, el seseo, la aspiración de la <h> y la <s> o el uso léxico propio de cada zona.
Y es precisamente este último aspecto sobre el cual queremos llamar la atención, ya que en nuestro entorno y profesión, desgraciadamente, hemos visto situaciones en las que se ha rechazado profesorado muy cualificado por, por ejemplo, provenir de un país latinoamericano, alegando que se buscan “nativos que hablaran español de España”.
En primer lugar, no en todos los territorios de nuestro país se habla igual. Existen ya de por sí diferencias dialectales muy marcadas dentro del territorio. ¿Se debería, pues, permitir solo a profesores de Valencia dar clase en nuestra ciudad? Nos parece una grandísima tontería.
En segundo lugar, ¿de verdad alguien todavía cree que un hablante nativo, sea de donde sea, no es capaz de comprender por igual un relato de Borges, un poema de Bécquer o una canción de Shakira? Nuestro idioma tiene un fuerte carácter panhispánico, que permite a millones de personas entenderse entre sí, que tiende puentes y nos enriquece culturalmente. Si como docentes no somos capaces de apreciar este aspecto, estamos limitando e impidiendo a nuestros alumnos aprovecharse de esta riqueza.
En relación con lo anterior, y en tercer lugar, no olvidemos que la mayor institución que promueve la difusión de nuestra lengua, el Instituto Cervantes, es muy consciente de este panhispanismo, de ahí que esté presente en todos los exámenes oficiales de español, como el DELE o el SIELE. Flaco favor haremos a nuestros alumnos si restringimos su aprendizaje a solo la variedad que en tal o cual centro consideren “prestigiosa”.
Teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora, ¿cuál sería pues el papel del profesor de E/LE en relación a este tema?
Por supuesto, cada profesor debe usar en su aula su propia variedad dialectal, no se trata de “imitar” o “fingir” variedades que no se tienen, pues el resultado sería entre cómico y grotesco y absolutamente fracasaríamos en el intento.
Lo ideal, creemos, sería poder contar con profesorado de diferentes zonas dialectales, pero somos también conscientes de que no siempre es fácil o posible; por lo que el profesor debe convertirse en una especie de facilitador que exponga al alumno a muestras reales de diferentes dialectos para hacerlos conscientes de las particularidades más significativas de cada variedad.
Afortunadamente, hoy en día la mayoría de manuales tienen en cuenta esto, y nos ofrecen material de muy buena calidad; pero además no es nada difícil poder encontrar muestras reales en internet de audios, textos, vídeos, etc., que nos sirvan para trabajar el aspecto diferencial en el aula, promover la interculturalidad y dar herramientas a nuestros estudiantes para enfrentarse a un mundo globalizado.
Si queremos profundizar en estas diferencias, recomendamos también echar un vistazo a los siguientes recursos:
https://www.dialectosdelespanol.org/intro. Se trata de una aplicación, a modo de “juego”, en el que respondiendo unas cuantas preguntas el sistema intentará adivinar cuál es tu origen lingüístico.
http://www.imagina7.com/atlas_linguisticos/. Un atlas lingüístico del español, con muchos enlaces y recursos, donde podremos ver diferencias dialectales y léxicas a través de diferentes países del mundo hispano.