Seguro que si preguntamos a cualquier profesor de español sobre la importancia de la enseñanza de la pronunciación dentro de las clases, todos coinciden en afirmar que es un elemento importante y objeto de aprendizaje. Pero, seamos sinceros, ¿trabajamos suficiente este aspecto en las sesiones? ¿No os ha pasado que, dada la a veces ingente carga lectiva de los programas, tendemos a sacrificar este componente o dedicarle “menos atención” de la necesaria?
Realmente no es algo que solo pase a unos cuantos. De hecho, aunque afortunadamente la situación está cambiando poco a poco, el papel de la pronunciación dentro de la enseñanza del español ha sufrido una posición muchas veces marginal.
Algunos de los posibles motivos por los que se ha podido ver relegada podrían ser los siguientes:
- La falsa creencia de que el español es “una lengua fácil” por su “escritura fonética”. Premisa muchas veces repetida e incluso escuchada en aulas de enseñanza de ELE.
- No tener la formación adecuada. Muchos profesores se sienten inseguros de cómo abordar este aspecto, pues sienten que no son especialistas en fonética o fonología. Por otro lado, algunos profesores no nativos, incluso dicen que tienen “miedo” de que los alumnos no puedan aprender de ellos una “pronunciación nativa”.
- Hay todavía quien piensa que es posible adquirir de forma natural la pronunciación de un idioma.
- También todavía existen docentes que ven “poca utilidad” a este componente. Mientras que la otra persona pueda entender lo que dices, ¿para qué esforzarse en algo en lo que posiblemente nunca alcances un nivel “nativo” si no lo has aprendido desde niño? Para nosotros, sería un poco como decir: ¿Para qué entrenar y ejercitarse si nunca vas a llegar a ser Usain Bolt?
- La pronunciación “no es divertida”.
- Todavía no existen demasiados métodos y materiales. Además, a veces este componente aparece totalmente desligado en los manuales y materiales y es difícil integrarlo de manera pertinente dentro de una sesión.
A pesar de estos “mitos y creencias”, por llamarlos de alguna manera, creemos firmemente en que es importante trabajar este aspecto igual que cualquier otro:
- Por su valor intrínseco (a mejor pronunciación, más dominio del idioma).
- Porque muchas veces los errores de pronunciación pueden derivar en errores semánticos. (¿Quién no ha escuchado la historia de esa alumna extranjera que llegó a un bar y pidió un “sándwich de poll@”?)
- Por ser un componente lingüístico más integrado en los currículos y, por lo tanto, evaluable.
- Porque una deficiente pronunciación influirá, casi con toda probabilidad, en la ortografía y en la acentuación.
- Y porque, en definitiva, una pronunciación deficiente entorpece la comunicación. Nosotros, como profesores de español, estamos acostumbrados a interactuar con alumnos todo el día, pero seguro que cuando un alumno con una pronunciación muy deficiente intenta interactuar con un nativo, por muy buenas estructuras gramaticales que posea o disponga de un amplio repertorio léxico, la comunicación no llegará a buen puerto. El nativo, posiblemente, “cerrará sus orejas” e incluso se podrá mostrar “agotado e irritado” impidiendo la comunicación.
En la próxima entrada hablaremos de cuáles son los problemas específicos del sistema fónico español y apuntaremos algunas tipologías de ejercicios que podríamos llevar al aula para trabajar de manera pertinente este componente.