El judeoespañol
Hoy queremos hablar de un tema fascinante y poco explorado de la lengua española: el judeoespañol o ladino, o lo que es lo mismo, una variante lingüística tejida con hilos de historia, cultura y supervivencia a lo largo de los siglos. La historia del judeoespañol se remonta a los días de la España medieval donde la convivencia de culturas, religiones y lenguas era la norma. Con la expulsión de los judíos en 1492, muchos de los judíos que vivían en España se dispersaron por el mediterráneo y el Imperio Otomano, llevando consigo su lengua y sus costumbres. Y fue así como nació el judeoespañol, un testimonio vivo de la diáspora sefardí que ha llegado hasta nuestros días. Desde el punto de vista lingüístico, el judeoespañol conserva muchas características del español medieval, pero también ha ido incorporando elementos de otras lenguas como el turco, el griego, el hebreo y el árabe, además de haber experimentado cambios fonéticos, léxicos y gramaticales a lo largo de los siglos. Por ejemplo, en un principio, el judeoespañol se escribía principalmente con caracteres hebreos, aunque a partir del siglo XIX se extendió la costumbre de usar el alfabeto latino, aunque con una ortografía “a su manera”. Actualmente, de hecho, no hay una ortografía oficial ni especialmente uniforme. En cuanto a los arcaísmo, podemos encontrar palabras como “agora” (ahora), “mansevo” (mancebo, joven) o “nief” (nieve), o la no adición de “-y” a formas verbales como soy, doy, voy (“so, do, vo”), al igual que formas comunes a países como Argentina como “querés, amá, etc.”.
Si queréis saber cómo suena el judeoespañol, os recomendamos las emisiones de RTVE radio en esta lengua y por supuesto la página de la comunidad sefardí, donde encontrarás artículos, televisión o eventos para difundir la lengua y cultura de estos pueblos.
Hoy en día se calcula que hay unos 150 000 hablantes de judeoespañol en el mundo y está claro que el ladino se enfrenta a varios desafíos relacionados con su preservación y transmisión a las generaciones futuras.
Por un lado, con el paso del tiempo el número de hablantes ha disminuido significativamente, pues las generaciones más jóvenes han adoptado predominantemente las lenguas de los países en los que se asentaron, lo que ha llevado a una pérdida de esta lengua como vehículo de transmisión de uso cotidiano.
Sin embargo, también es verdad que por otro lado en los últimos años ha habido esfuerzos para preservar y revitalizar el judeoespañol. Proyectos digitales, como la creación de recursos en línea, grabaciones de hablantes nativos y esfuerzos de documentación han contribuido a mantener viva la lengua en algunos contextos. También las asociaciones, como la arriba comentada, se esfuerza en realizar festivales, conferencias o proyectos educativos destinados a preservar y transmitir la lengua y la herencia cultural.
A pesar de todo, la situación sigue siendo frágil y no sabemos lo que deparará a esta variedad tan curiosa y que sirve para enriquecer aun más si cabe a nuestro bello idioma.