Este año se cumplen 20 años desde la publicación del Marco Común Europeo de Referencia (MCER), documento que creemos imprescindible para todos los profesores de enseñanza de lenguas extranjeras. Seguro que hoy en día todos hemos escuchado hablar de niveles de dominio de un idioma (A1, B1…) y, gracias a ellos, podemos hacernos una idea general sobre el nivel de competencia de cualquier hablante en un idioma extranjero, pero, ¿sabemos de dónde viene esta clasificación?
¿Qué es el MCER?
Resumiendo muchísimo, podemos decir que es un documento impulsado por el Consejo de Europa que muestra qué es lo que tiene que saber hacer un alumno en cada uno de los seis niveles comunes a todas las lenguas.
Este documento, presentado en 2001 coincidiendo con el Año Europeo de las Lenguas, perseguía una serie de objetivos.
Otro ejemplo de utilidad es que, gracias a esta estandarización de niveles, se facilita la movilidad entre estudiantes, ya que un alumno que haya estudiado un nivel “A1” en Francia, por ejemplo, debería saber lo mismo que estudiando el mismo nivel en España o Alemania. Para poner otro ejemplo, también por tener unos niveles estandarizados nos evitamos problemas de nomenclatura que teníamos antaño con conceptos un tanto difusos como “nivel intermedio, básico o superior” a la hora de mostrar nuestro conocimiento; algo que también afecta a la hora de presentar un título oficial, pues todos los títulos oficiales de lenguas europeas presentan esta distinción de niveles. Aquí tenemos algunos ejemplos de equivalencias entre las lenguas.
Niveles y descriptores
Para conseguir los objetivos anteriormente descritos, el MCER establece unos niveles comunes y descriptores para todas las lenguas. Veamos un ejemplo:
Hay que tener en cuenta que, como vemos, estos descriptores son generales y a partir de ellos cada lengua elaborará sus planes de estudio y plasmará los contenidos concretos necesarios para alcanzarlos. Esto es, los contenidos concretos como los gramaticales, léxicos o culturales que debería aprender el alumno para poder llegar a “comprender las instrucciones que se le explican con lentitud y cuidado”, se consultarán, en el caso del español, en su Plan Curricular del Instituto Cervantes.
Por una parte, en su dimensión vertical, vemos que se establecen los niveles comunes de referencia que todos conocemos, niveles que, siguiendo la teoría sobre la progresión del aprendizaje en forma de “cono invertido”, se nos advierte que necesitaremos más tiempo para alcanzar a cumplir los diferentes descriptores a medida que avancemos de nivel.
En cuanto a la dimensión vertical, es cuando vamos a encontrar los descriptores concretos para cada nivel y divididos por diferentes actividades de la lengua (en el caso del ejemplo “escuchar avisos e instrucciones”.
Vamos a ver en qué están basados estos descriptores:
Visión de la lengua
Como vemos, son muchos los factores que recoge el MCER a la hora de elaborar sus descriptores y que nos permite encontramos da un enfoque de la lengua claramente centrado en la acción.
A partir de este momento entendemos pues que el uso de la lengua (que incluye el aprendizaje) comprende las acciones que realizan las personas que como individuos y como agentes sociales desarrollan unas competencias. Las personas usan estas competencias en diferentes contextos y bajo diferentes condiciones para realizar actividades comunicativas que conllevan procesos para producir y recibir textos relacionados con temas en ámbitos específicos, poniendo en juego las estrategias que les parecen adecuados para llevar a cabo la tarea que ha de realizar.
Conclusiones
El MCER es la base a partir de la cual se forman los programas de lengua, la mayoría de manuales que hoy en día encontramos en el mercado y sobre el que se basan los exámenes oficiales.
Por lo tanto es un documento que debemos conocer, más teniendo en cuenta que lo podemos encontrar libremente en Internet.
Finalmente, aunque el MCER nació con voluntad europea, no son pocos los países fuera de nuestro continente que han adoptado este sistema; especialmente América Latina y Asia y, por supuesto, es la referencia tomada en todas las sedes del Instituto Cervantes a la hora de proyectar sus programas lingüísticos.